La rebelión fue suprimida después de seis días de enfrentamientos, en los que las fuerzas inglesas hicieron intervenir a una cañonera que remontó el rio Liffey y sometió a fuertes bombardeos el centro de Dublín. Aunque fracasó, en cierta manera por su escasa preparación, se la considera exitosa por conseguir elevar al primer plano la cuestión de la independencia de Irlanda. El 29 se rindieron los últimos reductos, dejando 450 muertos, en su mayoría civiles atrapados en el fuego cruzado. Unos 3.000 sospechosos fueron arrestados y 15 cabecillas (incluidos los siete firmantes de la declaración de independencia) fueron ejecutados entre el 3 y el 12 de mayo. Entre ellos se contaba, mortalmente herido, Connolly,que fue fusilado atado a una silla porque era incapaz de mantenerse en pie.
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