sábado, 18 de enero de 2020

EL CANTO DEL CISNE DEL EJÉRCITO ALEMÁN Y DEL REPUBLICANO.

Se cumplen 75 años del final de la ofensiva de las Ardenas, canto del cisne del ejército alemán durante la IIª Guerra Mundial. En Teruel, siete años antes, en fechas similares se había producido el mismo canto del cisne del ejército republicano, durante nuestra guerra civil. Ambas ofensivas llevaron la ilusión de cambiar el curso de la guerra a sus respectivos Estados Mayores, pero terminaron siendo sendos cantos de cisne pues aceleraron la derrota final. Ambas ofensivas comenzaron un 15 de diciembre; terminando a finales de enero del año siguiente y comparten por tanto la dureza añadida de la climatología que llevó a extremos inconcebibles el sufrimiento humano. En Teruel los cambios de guardia se hacían cada escasas horas por miedo a la congelación. Mi padre que participó en dicha batalla, como teniente jefe de una batería de obuses del quince y medio (155 mm), me contaba que les daban un vaso de coñac al iniciar la guardia y desgraciadamente en el relevo se encontraban muerto a más de uno; ni que decir tiene que las bajas por amputaciones se aproximaban a las producidas por fuego enemigo. Ellos se encontraban a varios km tras la línea de fuego debido al alcance de los referidos obuses y las bajas eran producidas por fuego de contra batería o aviación. La fiel infantería, como siempre, es la que se llevaba la peor parte y destaca el caso de la 84 brigada Mixta, héroe en la toma y posterior castigo por cobardía.
Duras condiciones en Las Ardenas
En ambas ofensivas, el asalto inicial iniciado el día 15 de diciembre tuvo sorprendente éxito, en las Ardenas por pillar desprevenidos a los americanos y en Teruel por estar considerada como una plaza sin valor estratégico y las tropas franquistas preparando el asalto definitivo a Madrid. Inicialmente ambas ofensivas consiguieron éxito. En su «canto del cisne» la Wehrmacht padeció 83.000 bajas (12.650 muertos) y los aliados 102.500 (31.570 muertos). Alemania perdió 600 carros y 500 aviones, sobre todo entre el 25 y el 31 de diciembre; los aliados, 1.200 blindados y 600 aviones; con la sustancial diferencia de que las pérdidas aliadas se enjugaron en un mes y las alemanas serían definitivas. Terminadas ambas ofensivas y vueltas las tropas a sus posiciones iniciales, tras descansar y reorganizarse durante tres semanas, siguieron sendas contra ofensivas que llevaron a los aliados a cruzar el Rhin y acelerar el final de la guerra y a los franquistas a cortar la República en dos al llegar al Mediterráneo en Vinaroz el 15 de abril del 38; si bien el asalto a Madrid se evitó, la República tenía perdida la guerra.
T-26 en Teruel
La sorpresa aliada es entendible porque la ofensiva la realiza un ejército que llevaba retrocediendo desde el desembarco de Normandía, el 6 de junio; que parte de su cúpula militar ha fallado el 20 de julio en su intento de matar a Hitler; que ha visto la liberación de París el 25 de agosto, con la entrada de los republicanos españoles encabezando la liberación que lo fue sin resistencia; si bien esta liberación complicaba el suministro del ejército aliado con el problema añadido de la alimentación de los cinco millones de habitantes de París. Para penetrar en el corazón industrial de Alemania y no dejar tropas enemigas a su espalda, tenían que liberar Bélgica y en Norte francés. Por la otra parte, el ejército alemán tenía que hacer frente, simultáneamente, al ejército ruso que avanzaba por el Este y en septiembre ya estaba a las puertas de Varsovia.
Goering y otros jerarcas nazis viendo la sala del atentado,
operación Valquiria, de la que Hitler salio con una ligera herida
En esa situación y con Alemania sometida a los grandes bombardeos aéreos ingleses y americanos; sobre ciudades y sobre la industria militar y de combustible, se produce el esfuerzo, en el que solo creía Hitler, de organizar una fuerza ofensiva de 200.000 hombres, 2.000 tanques (de los 3.000 fabricados, los otros 1.000 al frente del Este), 1.900 cañones y hasta 3.000 aviones; entre los cuales el primer caza a reacción, el Me 262 Golondrina  que superaba en 200 km/h a los cazas de pistón aliados y  primer bombardero a reacción, Me 234 Arado. Los mandaba el Mariscal de Campo Gerd Von Rundest, el mismo que en 1940 había llevado a las tropas alemanas desde Las Ardenas hasta en Canal, en Dunkerque, en tres semana; pero las circunstancias eran distintas y los mandos divisionarios como Rommel, muerto el 14 de octubre (acusado de participar en el atentado contra Hitler) o Guderian, al frente de la fabricación de tanques, no estaban en esta ofensiva. La mitad de la tropa eran jóvenes deficientemente entrenados y con una tremenda escasez de combustible que detuvo los tanques en más de una ocasión y durante muchas horas.
Me 262 en abril de 1945
Bombardero a reacción Me 234 Arado
Ante la ofensiva, el frente, defendido por las tropas americanas, cedió salvo en puntos fuertes como Bastogne. La ofensiva alemana les cogió totalmente por sorpresa y con la aviación en tierra por la climatología. Las temperaturas llegaron a los -28ºC grados, que coincidiendo con la mala calidad de las botas y ropa invernal del Ejército Estadounidense había generado 822 bajas por congelación antes de la batalla y muchas más durante la misma. La máxima penetración les llevo, a los 10 días de la ofensiva, a 5 km del rio Mosa, cuando en 1940 esa posición (Dinant) fue superada por la División 7 dirigida por Rommel, en tres días. En esta operación participó el coronel Otto Skorzeny con una unidad de 80 hombres disfrazados de americanos, que infiltrados tras las líneas, realizaron labores de desinformación, caos y control de un puente. Curiosamente Skorzeny vino a España en 1951 donde vivió hasta su muerte en julio de 1975. Según Hitler, la ofensiva conduciría a la victoria, pues las potencias capitalistas romperían su alianza antinatural con los comunistas y renunciarían a la conquista de Alemania ante el enorme coste de sangre y dinero; pero era imprescindible conseguir una victoria abrumadora que aplastara la moral del enemigo y sublimara la propia.
Otto Skorzeny, cara cortada.
Otra diferencia, vital, entre mayo de 1940 y diciembre de 1944, era que Alemania luchaba en un solo frente y ahora tenía a Rusia presionando en el Este. Churchill pidió a Stalin que adelantase su prevista ofensiva de primavera, dada la situación en que se encontraban en las Ardenas. La meteorología mejoró y los aliados pudieron volcar su supremacía aérea sobre el campo de batalla y simultáneamente los ruso la adelantaron al 12 de enero y con unos efectivos tan grandes que arrollaron a las tropas alemanas; había nacido el rodillo ruso. Tan fuerte fue el golpe que los alemanes tuvieron que retirar fuerzas del oeste, de Las Ardenas, para intentar parar el rodillo en el este. En menos de un mes los soldados soviéticos cruzaron la llanura polaca desde el río Vístula hasta alcanzar la Línea Oder-Neisse, situándose a menos de 70 km de Berlín, habiendo recorrido unos 400 km. La ofensiva de las Árdenas no consiguió sus objetivos y tal vez aceleró en final de la guerra, pero en diciembre de 1944 era una opción razonable y estuvo a punto de romper la cohesión aliada.

El 15 de diciembre, de 1937, se inicia la ofensiva sobre el saliente de Teruel, objetivo lógico por su aparente facilidad aunque carente de interés estratégico para ninguno de los dos contendientes. El Ejército Popular realiza un doble movimiento de pinza y rápidamente rodea Teruel, entrando en los arrabales el 22. Ha puesto en juego una masa de 100.000 hombre a los que se enfrentan unos 6.000 hombre mandados por el coronel Rey D´Harcourt, que prefiere una defensa basada en edificios fuertes y abandona el perímetro. Franco en lugar de seguir con el plan previsto de intentar el asalto a Madrid, recoge el guante y empieza a desplazar su masa de maniobra hacia Teruel.

                                      
 El contraataque franquista comienza el 29 y el día 31 sus vanguardias están a la espalda de los cercadores que entran en pánico y el 1 de enero parece que pueden enlazar con los sitiados pero la peor nevada de los últimos años hace acto de presencia y parte de las tropas republicanas que se habían retirado a descansar, vuelven al frente y el peligro se conjura, llegándose al día 8 en que Rey D´Harcourt rinde la plaza con sus 1.500 defensores entre defensores y civiles. La alegría corre por la zona republicana en comparación con el desánimo en la otra zona y tal es así que la sensación de seguridad hizo que Rojo ordenara la retirada de los frentes de Teruel a los Cuerpos de Ejército V, XVII y XX y de las divisiones 19, 27 y 46.
Dentro de ese repliegue estratégico, los hombres de la brigada 84, artífice principal de la victoria, marchan con un permiso de 15 días a descansar a Mora de Rubielos, a 60 km de Teruel; se lo han ganado. Mientras tanto Franco, herido en su amor propio, vuelca sobre Teruel toda la masa de maniobra del ejército que iba a asaltar Madrid y así Rojo se ve obligado a volver a poner en línea las tropas retiradas una semana antes y en concreto la famosa Brigada Mixta 84, 600 de cuyos hombres se niegan a volver al frente y reciben el castigo de ver fusilar a 46 de sus componentes, el 20 de enero. Unos días después, el resto de la brigada fracasa en un contraataque y es disuelta.

Con este nuevo despliegue, Rojo le sirve en bandeja, a Franco, a sus mejores tropas y además las desplegadas de forma deslavazada, lo que lleva a que sean batidas una a una. Cuando la defensa de Teruel le tocó a El Campesino, este decidió ahorrarse el asedio y salió de la ciudad cuando los nacionales cerraban la pinza y se disponían al asalto. Se quedaron en la bolsa 1.200 soldados republicanos, que fueron apresados. Tras la batalla se enzarzó con sus compañeros Modesto y Líster sobre quién había abandonado a quién. Al final la República sufre muchas pérdidas, casi el doble que en el Ebro, 20.000 muertos (por 17.000 nacionales) y casi otros tantos prisioneros (por 4.000 nacionales) y el frente queda listo para la ofensiva que lleva a los navarros de la IV división al Mediterráneo por Vinaroz el 15 de abril; dividiendo en dos partes la zona republicana; pero esa es otra historia, que puede seguirse en el enlace adjunto. La siguiente batalla decisiva, que muchos asocian a la ofensiva desesperada del Ebro, no fue el canto del cisne, si no un intento de conectar con la esperada IIª G.M., pero la República había quemado sus mejores tropas en Teruel y Aragón. El Ebro era un intento de distracción sin esperanza de victoria.









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