Ayer día 28 de mayo del presente 2017, antes del comienzo de la final de la Copa del Rey, nuevamente se produjeron pitadas al himno nacional. Algarada heroica que los independentistas repiten cada año que llegan a la final; cuando sería más ético dejar de jugar esta competición. Esta vez el otro finalista, el Alavés, también trajo una afición parcialmente silbadora. Ganó el Barca por 3 a 1. El resto es repetición de este artículo que escribí el 24 de mayo del año pasado. ""Terminado el partido de la Copa del Rey entre el Barsa y el Sevilla, jugado el pasado domingo 22, que había comenzado con la trifulca de estelada si estelada no; todos los diarios se hacen eco del evento y la pitada ocupa casi tanto espacio como la crónica del partido y la exhibición del manchego Iniesta que llevó a su equipo a una agónica victoria por 2-0. No es la 1ª vez y ha ido in crescendo, ante la pasividad de quienes tienen en su mano la responsabilidad de evitar estas ofensas y atropellos a aquello que simboliza el conjunto de españoles, si bien esta vez más de la mitad del campo a tapado con el tarareo del himno a los pitadores"". Esta vez la afición, españolista, del Sevilla ha sido sustituida por la pitadora del Alavés y la pitada ha sido mayor. La mala educación, estaba el año pasado, adobada con las ínfulas independentistas que llevaron al presidente de la Generalitat, Puigdemont, y a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, a ligar su presencia con la no prohibición de exhibir la secesionista bandera. Ínfulas a las que tampoco se ha puesto coto en sus pasos y actitudes, como el simulacro de referéndum y declaraciones secesionistas y rupturistas del Parlament del pasado 9N de 2016 ni ahora con las amenazas más cercanas de independencia unilateral. Nada nuevo bajo el sol. El furor independentista se expresa mediante silbidos y pitos desde hace algo más de 100 años.
Estamos iniciando el S.XX, acabamos de perder Cuba, Filipinas y Santo Domingo en 1898, con cuya pérdida la burguesía catalana estaba enojada por haber perdido su lucrativo y casi monopólico negocio; simultánea y complementariamente con el cabreo, se estaba consolidando la Lliga Regionalista, de la que formaron parte Cambó y Prat de la Riba, como concentración de las corrientes políticas que partiendo de las Bases de Manresa han sido la base del regionalismo catalán moderado. Entonces, para recibir al Ministro de Gobernación y posterior Jefe de Gobierno, Eduardo Dato, el joven Cambó, con permiso de Prat de la Riva le organizó una pitada; según recoge orgullosamente en las páginas 70 y 71 de sus Memorias, el referido Francisco Cambó (Alianza Editorial 1987). No contentos con ello en 1905 la revista satírica Cu-Cut se burlaba de los militares y un grupo de oficiales de guarnición en Barcelona la asaltó. Poco después y como consecuencia, los militares consiguieron la ley de Jurisdicciones que consideraba delito cualquier ofensa al Rey, Himno o bandera y se juzgaba por el Código de Justicia Militar. Lo más alto de la burguesía catalana utiliza el pito, de pitar y no de pisar, para expresar su regionalismo y hecho diferencial. En la pitada de Valencia, según dicen, Pujol hijo repartía pitos a la entrada del campo.
Campo de les Corts en 1925, año en que se clausuró por pitar el himno |
Entre Alfonso XIII y Cambó, se tejió una difícil confianza; que al final fracasó por las veleidades del monarca y la poca visión del conjunto de la política, que arrojaron al catalanismo moderado en brazos de Esquerra; en una repetición de lo que estamos viviendo en estos momentos; según el historiador Borja de Riquer en su libro "Alfonso XIII y Cambó: La monarquía y el catalanismo político" . El primer contacto de Alfonso XIII con Francesc Cambó tuvo lugar en el Ayuntamiento de Barcelona en 1904. El rey tenía 18 años, había sido coronado dos años antes y visitaba por primera vez Cataluña como monarca. Cambó tenía 28 años y era el concejal más joven del grupo de la Lliga Regionalista de Catalunya.
En la década siguiente, el pitado Eduardo Dato, ya como jefe de Gobierno, mediante decreto de 18 de diciembre de 1913, aprobó el proyecto de ley de Canalejas de 1912 que recogía parte de las solicitudes de las diputaciones provinciales catalanas, formuladas por Prat de la Riba en 1911, permitiendo la constitución de la Mancomunidad de Cataluña en 1914; única mancomunidad constituida en España y que concedía cierta autonomía a los municipios con la cesión de competencias de las diputaciones, si bien el Estado no las incrementó.
En este ambiente de autonomía se fueron aumentando las expresiones regionalistas como cuando Francesc Cambó proclamó eufórico: “Ha llegado la hora de Catalunya”, en noviembre de 1918, cuando, según su versión, el rey Alfonso XIII, sumido en una España en crisis, le dijo: “No veo otra manera de salvar una situación tan difícil que satisfacer de una vez las aspiraciones de Catalunya”. Pero cuando las Cortes debatieron el proyecto de autonomía catalana, se encontró sin apoyo parlamentario y con la contundente frase de Antonio Maura, el político más afín a Cambó: “Los catalanes, les guste o no, son españoles”.
Salimos del llamado trienio bolchevique, entre 1918 y 1920, con una serie de asesinatos por sicarios anarquistas y de la patronal que nos abocan a que llegué el esperado Cirujano de Hierro, soñado por Joaquín Costa, en forma de Golpe de Estado de Primo de Rivera en septiembre de 1923; muy bien recibido por la burguesía catalana; cansada de muertes y huelgas que les estaban arruinando. El 12 de enero de 1924 Primo de Rivera congeló/anuló las Mancomunidades que no fueses forales y en una larga nota oficiosa reconoció que había cambiado de opinión sobre el "regionalismo", pues antes pensaba que éste podía ser positivo para la regeneración de España, pero ahora se había dado cuenta de que «reconstruir desde el poder la región, reforzar su personalidad, exaltar el orgullo diferenciativo entre unas y otras es contribuir a deshacer la gran obra de la unidad nacional, es iniciar la disgregación, para la que siempre hay estímulo en la soberbia o el egoísmo de los hombres».Refiriéndose concretamente a la Mancomunidad en la nota oficiosa se decía:
Hemos pasado por un ensayo de ese especial regionalismo con la mancomunidad de Cataluña, y él ha conducido a tal grado de mal entendido predominio del sentimiento regional que, contra lo que se decía de que era convivible con el de la Patria grande, lo hemos visto galopar desenfrenadamente hacia el nacionalismo y el separatismo, haciendo pasar a los catalanes amantes de España horas de amargura y humillación, y a los españoles todos de inquietud y descorazonamiento.
y el nacionalismo burgués catalán se sintió defraudado.
Cabreo que explotó cuando en un partido de futbol celebrado el 14 de junio, para celebrar un doblete, amenizado por la orquesta de un navío inglés, la banda comenzó a tocar el Himno Nacional, como cortesía, y miles de asistentes al campo de las Corts organizaron una pitada descomunal que hizo que la desconcertada banda militar cambiase al God Save the Queen, su himno, que fue muy aplaudido. Protestas burguesas, los obreros estaban, en esos primeros años 20, en las peleas y huelgas anarquistas. Las famosas familias que dirigen a su beneficio las protestas independentistas.
Los intensos y numerosos silbidos del campo del Barça provocaron, de acuerdo con la ley de Jurisdicciones, el cierre de las Corts durante seis meses, aunque más tarde la sanción se quedó en tres. El presidente y fundador del club blaugrana, Joan Gamper, un ciudadano suizo residente en Barcelona, fue “invitado” por el Gobierno a que abandonara territorio español. Dicho de otro modo, fue enviado al exilio. Entonces el capitán general de Cataluña era el barcelonés Joaquín Milans del Bosch y Carrió; abuelo de Jaime Milans del Bosch y Ussía. Y se acabaron las pitadas al himno nacional... El agua no llegó al rio y ya han transcurrido 90 años
Para terminar este artículo un enlace en que se aprecia como los alemanes del Bayer Múnich, despiden a su entrenador, el independentista catalán Guardiola, con la canción "Que viva España"
No hay comentarios:
Publicar un comentario