domingo, 3 de mayo de 2015

Hace 100 años, Italia vende a sus aliados alemanes y austriacos. Tratado secreto de Londres

A pesar de ser uno de los estados miembros de la Triple Alianza, junto a Austria-Hungría y Alemania, Italia se declara neutral el 3 de agosto de 1914, pues no se siente comprometida por el ataque de Austria-Hungría a Serbia argumentando que su alianza es solo defensiva y no agresiva. A partir de ese momento el gobierno italiano inicia una negociación/mercadeo con ambas alianzas, poniendo precio a su incorporación y como la mejor oferta es la que le hacen: Reino Unido, Francia y Rusia: la anexión tras el fin de la guerra del Trentino, el Tirol meridional, Trieste, Istria, parte de Dalmacia…  Finalmente, el 26 abril de 1915 firma el Tratado secreto de Londres con la Triple Entente. En él se compromete a entrar en la guerra junto a la Entente, antes de un mes y así lo lleva a efecto el 23 de mayo.


 
 
Italia intentó su reunificación en 1830 y 1848 pero fue impedida/aplastada por los austriacos hasta que hábilmente Garibaldi y Cavour lo consiguieron en 1870 ; si bien la zona norte fronteriza con Austria-Hungría, mantuvo la rivalidad surgida tras el Congreso de Viena en 1815, que tras la derrota de Napoleón, concedió varias regiones de la península itálica al Imperio Austriaco. Tras la reunificación se siguieron solicitando a Austria-Hungría y con el estallido de la Iª Guerra Mundial, el gobierno italiano vio la oportunidad de incorporar esos territorios, con presencia de población de habla italiana. Esas reivindicaciones fueron apoyadas por Alemania que ofrecía a Austria compensarle esas pérdidas con territorios que iban a conquistar como vencedores de la guerra, pero los austríacos no cedieron.
 
Naturalmente los ingleses, franceses y rusos no tenían ningún problema en compensar la aportación de Italia al esfuerzo bélico común , con territorios que no eran suyos; si bien Rusia era más reacio pues parte de esos territorios tenían población eslava y la defensa de esa nacionalidad había sido su argumento para entrar en guerra.
 
En el Tratado de Londres se comprometían a ayudas mutuas y ataques en los frentes oriental (los rusos) y occidental (franceses e ingleses), para aligerar la presión que lógicamente ejercerían alemanes y austríacos sobre Italia a través de un frente complicado morfológicamente.
Dentro de esa lógica, en esa misma fecha y mientras se firmaba el Tratado, 70.000 soldados ingleses, australianos y neozelandeses desembarcaban en la península de Gallipoli para intentar sacar de la guerra a Turquía. Lo habían intentado, el mes anterior, solo mediante barcos pero fue un fracaso y ahora lo intentaban por tierra. Este desembarco, después de un intento fallido el 18, si se llevó a cabo aunque no podemos decir que fue un éxito pues no consiguió sus objetivos y en diciembre, después de haber llegado a tener desembarcados a 300.000 hombres, tuvieron que retirarse en una operación modélica, después de dejar miles de muertos. El pasado 12 de marzo, conmemorando el intento naval, ya escribí unas notas sobre esta faceta de la Iª. G.M.
 
El 23 de mayo entra en guerra Italia y ya el la 1ª quincena de junio inicia el primero de sus ataques a través del rio Isozo, hubo cerca de diez con poca variación en las líneas iniciales, pero se sumaron los muertos por cientos de miles en ambos lados. En octubre-noviembre de 1917, con Rusia en plena revolución, los alemanes pudieron retirar tropas del frente ruso y lanzar la ofensiva de Caporetto que llevó al hundimiento del frente italiano y la desbandada de su ejército, frenada con la llegada urgente de varias divisiones francesas retiradas apresuradamente del frente occidental. Los italianos perdieron más de 350.000 hombres, de ellos 50.000 muertos y el resto prisioneros. En esta batalla el teniente Rommel, el famoso Zorro del Desierto de la IIª G.M. consiguió hacer apresar a toda una división: 150 oficiales, 9000 soldados y casi 100 cañones, lo que le valió su ascenso a capitán y la muy apreciadísima condecoración: la cruz pour le mérite. Los italianos se recuperaron de esta derrota a finales de octubre de 1918, en la semana anterior al armisticio.
 
Terminada la guerra,  las prometidas anexiones del tratado no se concretarán en la Conferencia de París de 1919, lo que engendrará un profundo descontento nacionalista en Italia. La aplicación del tratado quedó muy condicionada por el surgimiento de nuevas naciones, especialmente Yugoslavia, que no estaban dispuestas a aceptar las concesiones prometidas a Italia por la Entente, y por la idea de reparto del territorio recogido en las 10 propuestas del presidente, de EEUU, Woodrow Wilson, favorable a facilitar el surgimiento de naciones en función de las nacionalidades que las poblaban y su negativa a admitir la entrega de territorios de mayoría eslava a Italia. Finalmente Italia obtuvo parte de los territorios prometidos en una serie de acuerdos rubricados en el primer lustro de la década de 1920, aunque la teoría de que habían sido engañados se convirtió en un argumento del fascismo contra los antiguos aliados.
 
Italia, en línea con la famosa cita de Clausewitz, en su tratado de la guerra, de que “La guerra es la continuación de la política por otros medios” había conseguido parte de sus objetivos pero al coste de más de 600.000 muertos y millón y medio de heridos. El fin no siempre justifica los medios. ¿el resquemor del pequeño premio para tan elevado coste sirvió para animarse a una supuesta mejor apuesta el 10 de junio de 1945?.
 
Resulta curioso el observar que desde que el Imperio Romano dominara el mundo conocido, la Italia reunificada no ha vuelto a ganar una guerra digna de tal nombre. No solo fue un desastre en las dos guerras mundiales, la participación del CTV en la guerra civil española estuvo llena de claros-oscuros, pero es que incluso frente a enemigos teóricamente muy inferiores sufrió derrotas contundentes. En 1896 en Adua, Abisinia, sufrieron una derrota humillante ante un ejército nativo; la mayor derrota de un ejército europeo, dotado de artillería y  armas modernas, a manos de nativos mal armados. Mucho peor que las sufrida por los ingleses en Isandlwana (1879) frente a los Zulúes o los egipcios en Sudán frente a los Derviches en 1883.

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