Curiosamente acabo de encontrarme con dos artículos sobre Simone Weil, uno de Mercedes López Mateo en ABC y otro de Mario de las Heras en El Debate. Esto me ha traido a la memoria cómo conocí hace unos años, tambien a finales del verano, a Rosa de Luxemburg, la Rosa Roja. En aquella ocasión en el lavabo de una barraca transformada en restaurante, La Matandeta, en La Albufera. Su biografía se encontraba en un mueble librería del lavabo. Como me interesó, la cogí y cuando fui a pagarla, el dueño me dijo que esos libros estaban para ser robados, en lugar de las toallas de mano. A partir de ese encuentro escribí dos artículos sobre esa magnífica mujer, también de origen judio como nuestra Simone, en que también hacia una ligera referencia a Simone Weil. Ahora, con un mayor conocimiento de la conocida como la virgen roja, me sumo a su homenaje en este día. «mejor arrepentirse de haberlo intentado que de no haberse atrevido» La valentía, aun cuando acaba en fracaso, resulta más admirable que la cautela
Albert Camús la definió como "el único gran espíritu de nuestro tiempo". Fue coetánea de Simone de Beauvoir, con quien compartió estudios en la muy prestigiosa Escuela Normal Superior de París; si bien su relación no fue muy cordial y tras una conversación sobre la hambruna en China, terminó de forma abrupta pues según nuestra Simone, solo había una cosa importante: hacer una revolución capaz de saciar el hambre de todos los hombres; a lo que la Beauvoir contestó que el problema no consistía en la lucha por la felicidad de los hombres, sino en dar sentido a su existencia. Weil zanjó la discusón echándole en cara a la Beauvoir que nunca habia pasado hambre.
Simone Weil fue, por descontado, una intelectual a la altura de las necesidades de su tiempo. Corrió a las fábricas, a trabajar con aquellos esclavos modernos que llamamos proletarios, para mejor conocerlos y de ahí su visión contrapuesta a la Beauvoir, heroina de la gauche caviar. La expresión que se utiliza para referirse a los burgueses que proclaman tener ideas de izquierda, pero que en realidad tienen una vida acomodada y con ciertos lujos (o por lo menos aspiran a ello). Como nuestra Yolanda Diaz o el matrimonio Iglesias-Montero
Abominó del fascismo y del comunismo. Tan malo era Hitler como Stalin sin ambages, en una honestidad política, ideológica y personal nunca vista ni antes ni después. Toda su gran e ingente obra fue publicada después de su muerte por sus amigos. Conoció a León Trotsky tras la expulsión de éste, por Stalin en 1927, primero del partido y después de la propia Rusia; al llegar Trotsky a París en 1933, donde también llegó a relacionarse con Andreu Nin, creador del trotsquista POUM en Cataluña. Esta interesante escritora y filósofa francesa vino a España a luchar, para defender al pueblo español ante el golpe de Estado de 1936, con la Columna Durruti; aún siendo pacifista, bajo el profundo convencimiento de que, si existe algo peor que la guerra, es la equidistancia de quien permanece en la retaguardia. Pero no se confundan, porque jamás le pudo la presión del partidismo dogmático. Curiosamente en nuestra guerra civil, se peleaba otra guerra entre comunismo y anarquismo, que llevó al asesinato de André Nin, con tumba desconocida, a manos de comunistas dirigidos por Ramón Mercader; con quien pudo coincidir en la sierra madrileña en noviembre del 36. Retornó a París a principios del 37 tras ver asesinar a unos falangistas desarmados, a manos de sus compañeros anarquistas. Posteriormente Ramón Mercader asesinaría a León Trotsky en Méjico el 21 de agosto de 1940.
En 1943, tras haber sido diagnosticada de tuberculosis en Londres, y en pleno ejercicio de su libertad, tomó la decisión de no comer «el pan de los ingleses sin tomar parte de sus esfuerzos en la guerra», como explicó a Maurice Schumann en la última carta que le dedicó. Fue ese compromiso con la libertad el que la condujo, entonces, hasta la muerte que hoy conmemoramos. Por supuesto, sus ideas y planteamientos filosóficos fueron impecables hasta el fin de sus días, pero hace falta algo más para ser memorable. «Hay que amar mucho la vida para amar todavía más la muerte». Así lo expresó en 'La gravedad y la gracia'.
Buen artículo Pedro. Creo recordar que Simone Weil fue Presidenta del Parlamento Europeo en los inicios de la Unión Europea.
ResponderEliminarFue Simon Veil, con V. Nuestra Weil falleció en el 1943 a los 34 años de edad. Un error lógico pues a nosotros nos sonaba más Veil de los años 1979. como Presidenta del Parlamento hasta 1993 en que lo abandonó para volver a la politica francesa.
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