domingo, 31 de mayo de 2015

La groseria en el deporte como arma política.

El pasado 19 de marzo escribía en la revista Ágoraporticodelacultura, a la que se puede acceder a través de este blog o directamente en Internet, sobre la organización de una pitada al himno y al Rey de España aprovechando la final de la Copa del Rey entre el Barcelona y el Bilbao. El título era: El independentismo mas zafio y grosero alcanza al deporte. Efectivamente el sábado 30 de mayo se ha celebrado el encuentro y como era de esperar la pitada ha sido tremenda, según dicen los que han visto el partido por televisión. Yo tenía otras ocupaciones.

 
Hoy todos los diarios se hacen eco del evento y la pitada ocupa casi tanto espacio como la crónica del partido y la exhibición de Messi. No es la 1ª vez y ante la pasividad de quienes tienen en su mano la responsabilidad de evitar estas ofensas y atropellos a aquello que simboliza el conjunto de españoles, ha ido in crescendo. La mala educación, no hay mas que ver a Arturo Más como se sonríe orgulloso mientras los demás lo soportan irritados, está en este caso adobada con las ínfulas independentistas de ambas autonomías, a las que tampoco se ha puesto coto en sus pasos y actitudes, como los simulacros de referéndum y la intención de hacer plebiscitarias las próximas elecciones catalanas; sin olvidar como el PNV miraba para otro lados ante los mil asesinatos cometidos por sus convecinos de Bildu-ETA y consentían/favorecían que los familiares de las víctimas tuvieran que enterrarles poco menos que a escondidas.
Tahúr Mas sonríe, orgulloso, mientras el himno de España es pitado
Hay que soportar que las familias de los asesinos se quejen de que para ver a sus allegados, tienen que desplazarse y olviden que a los familiares de los asesinados les gustaría ver a los suyos vivos aunque alejados.
 
Un compañero de la Carlos III me ha enviado un correo recordando una pitada en 1900 al entonces Ministro de Gobernación y posterior Jefe de Gobierno, Eduardo Dato. Esta pitada estuvo organizada por el joven Cambó, con permiso de Prat de la Riva y se recoge en las páginas 70 y 71 de las Memorias del referido Francisco Cambó (Alianza Editorial 1987).
 
Estaba entonces en formación la Lliga Regionalista de la que formaron parte Cambó y Prat de la Riba, como concentración de las corrientes políticas que partiendo de las Bases de Manresa has sido la base del regionalismo catalán moderado.
 
Sobre un libro interesantísimo para mejor conocer el problema catalán, escribí y edité en Ágora el 27 de diciembre y voy a aprovechar algunos párrafos para redondear este artículo con un complementó político, pero aquellos políticos no son los de ahora y el partido catalanista y con él Francesc Cambó, participó en varios gobiernos de la Monarquía; en la idea de alcanzar una cierta autonomía en Cataluña, pero nunca la independencia.
 
 Hace poco más de 100 años comenzó una relación entre el monarca y el dirigente nacionalista de derechas, Francesc Cambó. Podríamos encontrar semblanzas con el momento actual si Arthur (Tahúr) Más estuviese a la altura de su predecesor, situación que desgraciadamente no se da. También a veces fue comparado con Jordi Pujol, en su etapa moderada,  pero a diferencia de este, aquel no fue un chorizo y sí un patriota mal comprendido, con lo que se perdió una gran ocasión de resolver el ahora denominado problema catalán y que hace un siglo era incipiente. Entre Alfonso XIII y Cambó, se tejió una difícil confianza; que al final fracasó por las veleidades del monarca y la poca visión del conjunto de la política, que arrojaron al catalanismo moderado en brazos de Esquerra; en una repetición de lo que estamos viviendo en estos momentos.
 
     El primer contacto de Alfonso XIII con Francesc Cambó tuvo lugar en el Ayuntamiento de Barcelona en 1904. El rey tenía 18 años, había sido coronado dos años antes y visitaba por primera vez Cataluña como monarca. Cambó tenía 28 años y era el concejal más joven del grupo de la Lliga Regionalista de Catalunya, triunfador aquel mismo año en las elecciones de Barcelona. Triunfo nacionalista que ya no ha dejado de repetirse.
  
Cambó dirigió al monarca un discurso crítico, pidiendo la autonomía para la ciudad y para la región: “Esta ciudad, Señor, no se siente feliz. Se engañaría Vuestra Majestad si creyese que el contento que manifiesta, desde que os tiene en su seno, indica que están satisfechas sus aspiraciones, que los graves problemas que tiene planteados y las hondas preocupaciones de su espíritu han desaparecido”.
 
“Ha llegado la hora de Catalunya”, proclamó eufórico Francesc Cambó en noviembre de 1918, cuando, según su versión, el rey Alfonso XIII, sumido en una España en crisis, le dijo: “No veo otra manera de salvar una situación tan difícil que satisfacer de una vez las aspiraciones de Catalunya”.
Pero cuando las Cortes debatieron el proyecto de autonomía catalana, se encontró sin apoyo parlamentario y con la contundente frase de Antonio Maura, el político más afín a Cambó: “Los catalanes, les guste o no, son españoles”. Cambó, indignado, escribió una dura carta de despedida al monarca.


Según el historiador, Borja de Riquer, en su Libro sobre Alfonso XIII y Cambó, éste al fracasar el proyecto de autonomía en las Cortes, “ve claramente que la autonomía catalana no se puede conseguir por vía parlamentaria y que el estatuto sólo cosecha enormes resistencias. No encuentra ninguna fuerza política que pueda darle un mínimo apoyo y se encuentra sólo un discurso esencialista sobre la patria. No logró siquiera ampliar las competencias de la Mancomunitat de Catalunya”.

Borja de Riquer ve ciertos paralelismos con la situación actual, salvando las diferencias, “Se está en un callejón sin salida constitucional. A gran parte de la población catalana le parece insuficiente y por parte de la administración española no se ofrece ninguna alternativa para mejorar la situación de Catalunya. Claro que hoy tenemos una Generalitat y hace un siglo no, pero el problema de fondo sigue siendo que el catalanismo suscita profundas reticencias.
 
¿Cuál es la herencia Cambó? “Creo que la experiencia Cambó ha sido decisiva para que Pujol siempre mantuviera que tener ministros en Madrid implica más limitaciones que ventajas y que el catalanismo tiene más capacidad de maniobra si está fuera del Gobierno. La lectura de Pujol es que el catalanismo estuvo en el gobierno y no consiguió nada. Consiguieron más cosas los catalanistas republicanos: Companys, Pi Sunyer o Marcelino Domingo, porque eran una cuota catalana dentro del proyecto republicano.

La crisis ha servido de escusa para reforzar las ansias/posturas independentistas en los moderados que ven que el momento emotivo lo aprovecha mejor Esquerra y no hay nada mas que mirar las últimas elecciones. En las ciudades de más de 100.000 habitantes, CIU ha tenido unos resultados penosos.
 
Las cosas y las expresiones populistas, como la pitada, la cadena en la Díada.., van acelerando y creando unas estructuras de poder por un camino que no sabes a donde te lleva”. “Hay –dice Borja de Riquer– quien se sorprende del estallido de indignación catalana. Son más de cien años de incomprensión política, de resistencia al proyecto de una España abiertamente plural planteado por un catalanismo que no era secesionista hasta ahora”.
 
En ese siglo la población catalana se ha más que duplicado, principalmente a base de emigración interna (mayoría andaluza, extremeña y gallega) y norteafricana (la población magrebí supera el medio millón); pero en lugar de neutralizar el nacionalismo estos inmigrantes se han unido al independentismo, al menos de forma visible, por miedo al aislamiento y también como fruto de la inmersión lingüística a que se ven sometidos.
 
Tenemos pues dos vías, la de Ortega y Gasset que decía que el problema catalán era irresoluble y que solo podíamos conllevarlo o la de negociar su salida pero con bases claras y tan costosas que les hicieran recapacitar y aparcar sus deseos por otro siglo. Pero mientras alguien coge el toro por los cuernos, los hechos consumados nos van comiendo terreno y enconando los ánimos, como acabamos de ver y nosotros tenemos que soportar las chulerías de Más y Urkullu, amenazando con las consecuencias de castigar la pitada. Cuando Zapatero no se levantó al paso de la bandera americana, los representados sí nos castigaron por la ofensa al símbolo y si no que se lo pregunten a los industriales del calzado.

‘Alfonso XIII y Cambó: La monarquía y el catalanismo político’, Borja de Riquer 

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