viernes, 8 de julio de 2022

GRACIAS, ABUELOS.

 Nací en 1951 y solo me conocieron dos de mis abuelos: durante meses el padre de mi padre y durante 8 años la madre de mi madre; si bien en este caso de forma esporadica, presenció mi nacimiento pues lo hice en su casa, en Enguera (Valencia) y volvíamos un mes en verano. A mis otros dos abuelos les he conocido solo por fotos. Con estos antecedentes puede parecer raro que les de las gracias pues no me cuidaron nada en comparación con los amables y sufridos abuelos actuales que tienen a sus nietos durante años y de forma continuada. Aquí un video bastante bueno con una copia de machin cantando a los abuelos


¿Que les agradezco?, pués, su sacrificio para que la formación de sus hijos estuviera muy por encima de lo habitual en esos años. Mi madre nació en 1916 y tras terminar la guerra estudió y se licenció en farmacia. Mi padre nacido en 1910, era abogado antes de empezar la guerra y así pude nacer en una familia donde el estudiar era lo normal y la presencia de libros nada extraordinario. Mi mejor amigo recuerda que los primeros libros que vió, fue en mi casa en el pueblo que compartimos, Villa de D. Fadrique.

Abuela materna, hijos y yernos. En la otra mi abuela paterna,
en el centro, cociendo pan en un horno municipal

Mi abuelo paterno, Dionisio Aparicio y su esposa Consuelo Diaz-Maroto, eran unos pequeños propietarios que decidieron sacrificarse para que sus dos hijos estudiasen una carrera. El hermano de mi padre estudió veterinaria y en cierta forma su presencia en Enguera, cuando empezó la guerra, facilitó el encuentro de mis padres. En julio del 36, mi padre tuvo que esconderse para no ser paseado por los milicianos de su pueblo y así permaneció hasta septiembre en que el peligro de ser descubierno aumentaba. Aprovechó una noche sin luna para ir andando a Villacañas, distante 11 km, para coger un tren a Enguera y reunirse con su hermano que entre su grupo de amigos se encontraba la que sería su esposa. Mi madre terminó farmacia en Madrid y se casaron en enero de 1943, seis meses despues de fallecer mi abuela paterna.

La decisión de mis abuelos paternos es sorprendente y creo que única en esas fechas en mi pueblo de adopción. En el caso de mis abuelos maternos, el mérito puede considerarse menor pues mi abuelo era médico, si bien dieron carreras a su hijo, medicina, mi madre, farmacia y magisterio a cuatro de sus seis hijas. En esas circunstancias el que yo estudiase ingeniero de Caminos, dos de mis hermanas, farmacia y la mayor, magisterio; puede parecer normal.

Este artículo viene a colación porque ultimamente leo y oigo que hasta la llegada del feminismo actual, el estudio entre las mujeres no había existido o casi. Mi padre y mis dos tios, eran licenciados antes de la guerra y antes de 1950, mi madre y mis cuatro tias. Cuando terminamos mis tres hermanas y yo, finales de la década de los 70, ya era más normal que se estudiase. Por eso, ¡GRACIAS ABUELOS!, especialmente a los manchegos.

2 comentarios:

  1. Precioso Pedro!
    Somos lo que somos por los que nos precedieron. Tus abuelos y los bisabuelos de Rafa fueron pioneros! Gracias a ellos por tanto!

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  2. Y además...mi abuela Sebastiana, que era una santa, está sentada a la diestra de Dios Padre, inmediatamente después de su discípulo más querido, Juan Bautista. Una mujer de trabajo y sacrificio, de la que tengo muchos y buenos recuerdos que, a mi edad, seguramente me está echando una mano para encontrarme, con gran alegría, de nuevo con ella... ¡Un potentísimo beso, abuela! ¡Hasta pronto!

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