Dentro de la extraña situación política que vivimos, con un gobierno de coalición que según el presidente del mismo nos iba a impedir dormir tranquilos al 95% de los españoles; ese desprecio hacia Iglesias no le impidió firmar esa coalición; por lo que esa actitud de Podemos resultaba llamativa y contradictoria. Efectivamente es el mejor exponente del cinismo en política, toda vez que no solo se presentó como un partido antisistema y regenerador frente a la «casta corrupta», sino que hoy es el vicepresidente de un Gobierno que clausura el portal de Transparencia, ficha a amigos para cargos públicos, adjudica contratos a dedo, designa ministra a su propia pareja y oculta toda su labor en La Moncloa. Iglesias representa ahora todo lo que antes odiaba y además, en su indignidad, está encantado. Aferrado a su escaño de vicepresidente como una lapa, ya hasta disfruta de la protección de la Fiscalía General del Estado -¡qué menos podría esperarse de Dolores Delgado!- para evitar que un juez investigue si pudo cometer diversos delitos destruyendo pruebas de un proceso penal en el que pretendía engañar a la Justicia. Pero las elecciones de Galicia y País Vasco han demostrado el hartazgo del personal: "Es una tendencia asentadísima: cuanto más poder interno acapara la actual dirección, más desastrosos son los resultados", señala hoy día 13, Ramón Espinar, ex líder del partido en Madrid.
Iglesias ya no es un dirigente reconocible y coherente, sino un falsario traidor a sus ideas y a su electorado. Los regeneradores de la vida pública, los reinventores de la democracia participativa para enterrar la representativa, los asamblearios del comunismo más anacrónico en definitiva, se comportan como lo que son: ególatras aprovechados, anclados al mismo sistema político que dicen despreciar porque su poder, sus sueldos, sus prebendas y sus coches oficiales ya son irrenunciables. Y si es obsceno que Iglesias pretenda poner a todo el aparato del Estado a su servicio, es más lamentable aún que parezca estar consiguiéndolo. Hasta tal punto llega su ansia de mantenerse en el poder que Iglesias asume el diálogo con Cs como «plan b» para mantenerse en el Gobierno. Un sujeto que ha hecho del partido que preside un coto de caza y un parque de privilegios, incompatible con la decencia. Todo por asaltar el cielo a cualquier precio.
https://elcriticonhistorico.blogspot.com/2020/02/pablo-iglesias-nos-toma-por-ignorantes.htmlIglesias ya no es un dirigente reconocible y coherente, sino un falsario traidor a sus ideas y a su electorado. Los regeneradores de la vida pública, los reinventores de la democracia participativa para enterrar la representativa, los asamblearios del comunismo más anacrónico en definitiva, se comportan como lo que son: ególatras aprovechados, anclados al mismo sistema político que dicen despreciar porque su poder, sus sueldos, sus prebendas y sus coches oficiales ya son irrenunciables. Y si es obsceno que Iglesias pretenda poner a todo el aparato del Estado a su servicio, es más lamentable aún que parezca estar consiguiéndolo. Hasta tal punto llega su ansia de mantenerse en el poder que Iglesias asume el diálogo con Cs como «plan b» para mantenerse en el Gobierno. Un sujeto que ha hecho del partido que preside un coto de caza y un parque de privilegios, incompatible con la decencia. Todo por asaltar el cielo a cualquier precio.
Cumplimos dos años desde que Pedro Sanchez llegó a Moncloa por la puerta de atrás, legal pero inmoral pues necesitó hasta la traición del católico PNV, que una semana antes había apoyado los presupuestos que teóricamente le garantizaban a Rajoy acabar la legislatura. Nuevamente gracias al derechista PNV, Sanchez consiguió su investidura con un gobierno de coalición con el comunista PODEMOS, ¿?, el pasado enero y ahora su presidente, Andoni Ortuzar le recuerda que es un socio preferente al que tiene que pagarle a plazos dicho apoyo y ahí tenemos como segrega el pago del mínimo vital y firma con Bildu ventajas para los ayuntamientos vascos y navarros; actuando como representante de los navarros aunque legalmente no lo sea. Aumenta la ruptura de la unidad de España. También cobra el PNV el acercamiento de presos etarras que Marlaska permite, así como facilitar la visita a presos, en pleno confinamiento de la pandemia. Sin olvidar como el PNV toma decisiones que afectan a Navarra y persiguen la absorción de esta autonomía que ha sido reino independiente durante cientos de años.
No podemos olvidar el ansia de Albert Rivera que involuntariamente ayudó a que el PSOE presentase una moción de circunstancias, que al final salió adelante con todos los apoyos Frankenstein que dos años antes sirvieron al partido para quitarse a Sanchez de encima. Con esa moción de censura, Pablo Iglesias comenzaba el añorado asalto al cielo de éste. Cuando vio que las urnas no le iban a abrir las puertas de La Moncloa por las buenas y el sorpasso no llegaba, diseñó un plan en tres fases para encaramarse al poder por una vía alternativa. El primer paso consistía en llevar a Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno con la ayuda de un pacto parlamentario, muñido por él, que incluyera el concurso de los partidos independentistas. El segundo contemplaba la formación de un Gobierno de coalición que le convirtiera en vicepresidente. El tercero, por fin, pasaba por utilizar ese enclave para erigirse en el archipámpano del banco azul. Todo le ha salido a pedir de boca.
El tiempo ha demostrado el daño que está sufriendo nuestra convivencia pues un nefasto Sanchez está sirviendo de cobertura a un Iglesias provocador que nació en la agitación política y callejera, presumió de revolucionario, anheló tomar «el cielo por asalto» y diseñó un partido a su medida: autocrático, heredero del más rancio comunismo, simpatizante del terrorismo etarra, y proclive al independentismo, como ha quedado claro al pedir la excarcelación de los «Jordis», condenados por intentar dar un golpe en Cataluña y defender la presencia del fugado Puigdemont; golpistas convictos. Tambien se le acusa de trucar las primarias y que decir de su sueldazo y cambio de vivienda con fuerte protección de la G.C.
El Podemos de Pablo Iglesias está decidido a tumbar el actual esquema de la Guardia Civil. Ni quiere que sobreviva su estatus militar, ni quiere que continúen como cuerpo con un elevado grado de independencia frente a su control político. El objetivo final de Pablo Iglesias es unificar su estructura con la de la Policía Nacional, eso sí, con un regalo sorpresa final: la integración de los mandos, primaría a los de la Policía Nacional, de forma que se produzca una renovación natural de los cargos más potentes de la Benemérita.
Pablo Iglesias no hubiera pasado de ser un revolucionario por cuenta ajena de tres al cuarto, un capo friki de un movimiento ideológico mimado por la indecentemente hipócrita izquierda mediática, si el infame Pedro Sánchez no le hubiera empotrado en el Gobierno. Un infame Sánchez aupado por golpistas en ejercicio que no sólo no le ha afeado su repulsiva proyección (es Iglesias el enemigo jurado del orden constitucional, no Espinosa de los Monteros), sino que la ha justificado. Porque parece que Sánchez está incapacitado para no cometer las peores bajezas.
Esta inestabilidad a punto de la explosión es la tormenta perfecta que necesita el comunismo para arraigar, tal y como reconoció con enorme acierto y conocimiento histórico el propio Iglesias en 2013 en la presentación del libro Maquiavelo frente a la gran pantalla:
"Yo no creo que en circunstancias normales, ordinarias, la izquierda se vaya a comer una mierda electoralmente. La gente normal vota al partido popular o al partido socialista".
No creerle es una enorme irresponsabilidad. Hay que empezar a entender algo sencillo: Pablo Iglesias es comunista de verdad y es vicepresidente del Gobierno.
Iglesias es un agitador de extrema izquierda, un provocador, un macarra, un camorrista, un matón, un chulo, un peligro para la democracia y no cuenta con los votos para estar donde está. "Odio y propaganda", los principios políticos de Iglesias. "Cuando en verdad la amenaza con Iglesias es el golpe de Estado permanente de un poder personal que vulnere las reglas de juego constitucionales. O cae Iglesias o caemos todos.
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