En la primera quincena de 1938 coinciden dos momentos decisivos en el futuro de ambas Repúblicas, la anexión de Austria a Alemania y el comienzo de la batalla de Aragón, en que la República se enfrenta a su división territorial y por tanto a su más que posible derrota. Curiosamente los caminos de Austria y España no se habían visto tan interrelacionados (salvo alguna reina consorte como la madre de Alfonso XIII) desde hacía 222 años, cuando terminada la Guerra de Sucesión española, los Borbones sustituían en el trono a la casa de Austria. Esa cifra, redondeada un tanto forzadamente, abarcaría el tiempo transcurrido desde el 11 de septiembre de 1714, con la caída de Barcelona ante el ejército borbónico, y el 4 del mismo mes de 1936; en que Largo Caballero forma su primer gobierno del Frente Popular; si bien podríamos elegir el momento en que se inicia esta interrelación un par de años antes, en septiembre de 1934, cuando Largo Caballero se opone a que la CEDA entre con ministros en el gobierno de Lerroux; a pesar de ser el partido más votado en las pasadas elecciones de diciembre de 1933 y amenaza con la huelga revolucionaria. Como argumento, Largo Caballero compara a Gil Robles con el canciller austriaco Dollfuss que ejerce un control dictatorial en Austria tras suspender al Parlamento, al partido comunista y al nazi y gobernar a golpe de decreto apoyado en su partido de orientación católica tradicional; tras el intento del partido nazi de eliminarle del gobierno con un fallido golpe militar en 1933. Posteriormente son los socialistas quienes inician un levantamiento que deriva en una corta guerra civil, en febrero del año siguiente, 1934, que deja unos 1.500 muertos y es reprimido con dureza por Dollfuss que no vive para disfrutar su posición dado que el 25 de julio del referido 1934, es asesinado por nazis que contaban con el apoyo encubierto de Hitler.
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Tropas del ejército austríaco cerca del Teatro de la Ópera, febrero 1934 |
Esta represión sobre los socialistas, en Austria, queda marcada en la mente de Largo Caballero, que la utiliza como escusa para justificar su negativa a que Gil Robles entre en el gobierno. Cuando tres ministros de la CEDA lo hacen, Largo llama a la huelga general, el 4 de octubre del 34, que desemboca en la sublevación de Asturias. Companys, simultáneamente, utiliza la misma escusa para justificar su golpe de estado en Cataluña. Ambas revueltas son superadas y seis meses después, en mayo de 1935, Gil Robles es nombrado Ministro de la Guerra por Lerroux; cargo desde el que promocionaría a varios militares: a Francisco Franco a Jefe del Estado Mayor Central; al general Emilio Mola a jefe de las fuerzas del Ejército de África; al general Joaquín Fanjul a subsecretario; asciende a general de brigada al bilaureado coronel José Enrique Varela...; todos ellos importantísimos en el levantamiento de julio del 36 y aquí una pregunta: si las derechas hubiesen querido terminar con la República, que mejor ocasión que esta con sindicalistas e independentistas en prisión y con el control de las fuerzas armadas; ¿por qué esperar un año?. La respuesta sería que Gil Robles no creía en el uso de la fuerza como medio de actuación política y que pensaba en ganar las futuras elecciones con la mayoría suficiente como para modificar democraticamente la república, en un sentido más controlada y con clara orientación católica. Largo Caballero le comparaba, indebidamente, con Dollfuss para tener un argumento en que basar su intento revolucionario.
Siguiendo con nuestro relato, pasamos a marzo de 1938 en que Austria y España se están jugando su futuro, con un personaje común, Adolf Hitler. La importancia de la ayuda militar prestada por Hitler a Franco, hasta ese momento, es sobradamente conocida, pero pasa por un momento delicado cuando el 12 del referido mes existe el riesgo de intervención franco-inglesa como respuesta a la entrada del ejército alemán en Austria. Tras años de presiones sobre Austria (ya hemos comentado que incluso acabó con la vida del canciller Dollfuss), Adolf Hitler consigue que el Presidente austríaco dimita y previamente nombre canciller a Seyss-Inquart, que luego se haría tristemente famoso como comisario del Reich para los territorios ocupados de los Países Bajos; cuya brutalidad en este comisariado le llevaría a la horca en 1945, tras el juicio de Núremberg.
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Discurso, ante una multitud, de Hitler en Viena el 15 de marzo del 38 |
Efectivamente, Hitler se anexiona Austria pacíficamente en el conocido como Asnchluss. Todo por pocas horas, pues la orden de invasión militar ya estaba dada. Los austríacos reciben esta unión de forma más entusiasta de lo que los propios alemanes esperaban. El ejército alemán es bien recibido y acaba con la penúltima de las cortapisas del tratado de Versalles que prohibía la referida unión austro-alemana. Hitler se la juega y sale triunfante pues ni Francia ni Inglaterra pasan de unas discretas protestas. Europa camina hacia la guerra pero las democracias confían en el apaciguamiento y así seguirá con los Sudetes , también anexionados por Hitler tras el Pacto de Munich, de finales de septiembre. Estos movimientos marcan el final de las esperanzas de los gobiernos de Negrín de conseguir apoyo de Francia e Inglaterra para frenar a Franco, pues si han entregado los Sudetes, no van a ir a la guerra por una República en sus horas bajas. Pero no adelantemos acontecimientos y volvamos a marzo.
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Recibimiento caluroso de los austríacos al ejército alemán. 14 de marzo de 1938 |
En España, durante el mes de febrero la guerra civil tenía como principal foco el entorno de Teruel y los intentos franquistas por recuperar la ciudad, que consiguen el 22 del referido mes. Tras esta pérdida el jefe del Estado mayor republicano, Vicente Rojo, presenta la dimisión que no le es aceptada. Con la toma republicana de Teruel, en enero, Rojo había recibido la Placa Laureada de Madrid. Termina la batalla con gran desgaste de ambos ejércitos que tras dos meses de lucha están en las posiciones iniciales; pero con unas bajas que superan las 40.000 por un objetivo sin valor estratégico; Rojo diría: ni representó nada cuando se tomó ni representó nada cuando se perdió; si bien el impacto psicológico no fue despreciable.
Terminada la batalla por Teruel, Franco reorganiza ligeramente sus fuerzas y el 4 de marzo inicia la llamada batalla de Aragón que llevaría sus fuerzas al Mediterráneo el 15 de abril con la toma de Vinaroz. Esta vez los nacionales atacan en un frente amplio, casi 100 km, que hace más difícil la defensa del ejército republicano que se descompone, como se refleja en las palabras de Rojo: En el sector de Andorra ha cundido el pánico..., las posiciones se pierden con muy poca lucha o ninguna, solo el Cuerpo XXI se comporta magníficamente, el resto de las tropas no sirve prácticamente para nada.
Esta debacle crea enfrentamientos dentro del gobierno de la República, entre un derrotista Indalecio Prieto (Ministro de Defensa) y el jefe del ejecutivo (Juan Negrín) partidario de una resistencia a ultranza en la esperanza de que una guerra europea, que flotaba en el ambiente, viniese a salvar a la República. Prieto sale del gobierno y el propio Negrín asume su cartera de Defensa. Simultáneamente los presidentes de Euskadi y Cataluña protestan por la centralización de mando y el control de los medios militares que pretende Negrín y sacan a sus representantes del gobierno. Esta falta de cooperación con el Gobierno Central, complementado con los intentos de Companys por conseguir una paz por separado bajo la protección de Francia; reeditar lo acontecido en 1640 cuando Cataluña pasó a ser provincia francesa tras el Corpus de sangre, hace estallar a Negrín que dice: "No estoy haciendo la guerra contra Franco para que retoñe en Barcelona un separatismo estúpido y pueblerino. De ninguna manera" (Enrique Moradiellos, Historia Mínima de España, pag. 191 y 192).
Pero no todo son malas noticias para la República pues en la noche del día 6 se produce una corta batalla naval frente al Cabo de Palos, que termina con el hundimiento del crucero Baleares, gemelo del Canarias, que se lleva al fondo a 790 hombres; incluidos el Contralmirante, Manuel Vierna Belando (jefe de la flota de cruceros), y el comandante del navío, Isidro Fontenla Maristany.
Simultáneamente, en Francia el Anschluss provoca la caída del gobierno y vuelve el socialista León Blum, intervencionista favorable a la República, que duda pero al final no acepta la petición de Juan Negrín que ha ido a París a pedir su intervenir militar en ayuda de la República. Inglaterra vuelve a frenar a Francia aunque acepta que esta, a cambio, abra totalmente la frontera al paso de material militar. Este hecho coincide con el debilitamiento naval franquista y así por mar también llega gran cantidad de suministros bélicos que permitirán rearmar al batido ejército del Este y desencadenar la ofensiva del Ebro, el 25 de julio.
El Ebro se cruza a finales de mes y las tropas franquistas entran en Cataluña, controlando las grandes centrales hidroeléctricas, llegan a Lérida el día 30, ocupándola 5 días más tarde; fecha en que Franco decreta la abolición del Estatuto de Autonomía de Cataluña. Ante esta situación el gobierno de la República ordena la urgente incorporación a filas de cuatro quintas que prevé armar con el abundante material que esta recibiendo. Simultáneamente el ejército popular mete todas las fuerzas posibles en el norte del Ebro para la defensa de Cataluña pues el corte de la zona republicana se da por hecho; pero necesitará tiempo, que curiosamente Franco le concede, cuando al llegar al mar no gira hacia una Cataluña débilmente defendida y elige el camino de Valencia. Seguramente pesó la orden que tenía la Legión Cóndor de no acercarse a menos de 50 km de la frontera y el CTV (cuerpo de tropas italianas) de no pasar al norte del Ebro. Hoy se conoce que Mussolini tenía un pacto secreto, en ese sentido, con Francia e Inglaterra y Hitler tampoco quería líos con Francia, en una situación políticamente difícil y con su ejército aún débilmente armado. Todos tenían miedo de iniciar una guerra europea y la República terminó pagando las consecuencias.