domingo, 30 de junio de 2024

DESMONTEMOS OTRO MITO, LA MATANZA DE BADAJOZ.

Para mejor entender esta historia, la de los 4.000 asesinados, hay que remontarse varios años antes con las diferencias sociales y las esperanzas creadas por la República con los repartos de tierra mal realizados que provocaron levantamientos como los sucesos de Castilblanco, habidos en la localidad española de Castilblanco (Badajoz), el 31 de diciembre de 1931, entre unos campesinos de la localidad y la guardia civil, que acabó con el linchamiento y muerte de cuatro miembros de ese cuerpo. Fue el inicio de una «semana trágica» en el primer bienio de la Segunda República. El general José Sanjurjo, director general de la Guardia Civil, comentó que ni siquiera en la cabilas más primitivas durante la guerra del Rif había visto cadáveres tan salvajemente mutilados y explicó los asesinatos como el resultado de las condiciones inhumanas en que vivían los jornaleros extremeños, señalando que los verdaderos responsables de las muertes eran aquellos que mantenían a los campesinos en un estado de miseria y atraso vergonzosos. De ahí que las ocupaciones de fincas, el robo del grano y el ganado, o la tala de árboles para obtener leña se dispararan en Salamanca, Toledo, Córdoba y Jaén, adquiriendo su máxima virulencia en toda la provincia de Badajoz.

Campesinos despidiendo a los milicianos
que iban a defender Madrid

Todo ello sembró el miedo y el rencor entre los feudales terratenientes extremeños, que ya se la tenían jurada a sus campesinos negándoles el trabajo bajo la consigna de: «¡comed República!». A los pocos días, en Zalamea de la Serena, la intervención de la Guardia Civil en lo que parecía, para algunos, un escarmiento por los sucesos de Castilblanco y, para otros, una continuación de la violencia sindical, mató a dos campesinos e hirió a tres más. La situación de pobreza extrema que padecía toda la provincia extremeña, aumentó tras la aguda sequía de 1935, seguida por las fuertes tormentas e inundaciones que tuvieron lugar a comienzos de 1936; malogrando las cosechas de trigo, cebada y aceitunas que sustentaban a su población. Esta situación era la que se encontró el golpe militar del 18 de julio.

Tras la llegada de tropas africanas a Sevilla en el primer puente aéreo de la historia, el día 2 de agosto sale para Mérida la primera de las columnas al mando del teniente coronel Asensio Cabanillas; al día siguiente sale otra al mando del comandante Antonio Castejón (algunos pretenden, erroneamente, hacerle abuelo de nuestro Pedro Sánchez) y tras el convoy marítimo de la Victoria del día 4, el día 7 sale la tercera columna al mando del teniente coronel Tella; en conjunto 4.500 hombres que quedan bajo el mando del teniente coronel Juan Yagüe. Tras vencer las breves resistencias que encuentran en su camino, el 10 de agosto de 1936 las fuerzas de Yagüe llegaron a Mérida, estableciendo contacto con las tropas del general Emilio Mola Vidal, que comandaba el Ejército del Norte; juntando así las dos partes en que estaba dividida la llamada España nacional. Tras la toma de Mérida, el día 11, surge la duda sobre seguir a Madrid, el principal objetivo o tomar Badajoz, Yagüe giró al suroeste para no dejar enemigos a su espalda pero retrasando su llegada a Madrid. Mientras las columnas se dirigían a Badajoz, la aviación inicio el bombardeo de sus murallas.



Tres días después las columnas de Yagüe alcanzaron la capital pacense, poblada entonces por unas 41.000 personas, iniciando su ofensiva al amanecer del jueves 14 de agosto. La ciudad estaba débilmente defendida por los pocos soldados regulares que no habían recibido orden de ir a reforzar la defensa de Madrid y pocos milicianos que venían retirándose ante el avance de Yagüe. El mando de la defensa corrió a cargo del coronel Ildefonso Puigdengolas, cuyas tropas contaban con escasa munición y carecían de artillería digna de tal nombre. Yagüe planeó el asalto a la ciudad situando a sus tropas en tres zonas estratégicas, ocupadas por sus tres columnas. Hubo un intento de jevantamiento de la guardia civil que Puigdendolas reprimió facilmente.

Coronel Puigdendolas en Alcalá d Henares.
antes de la toma de Guadalajara.

Así pues el día 14 comienzan los bombardeos artilleros para abrir brechas en las murallas y silenciar los morteros, ametralladoras y algún cañón ubicados en la alcazaba. Al anochecer se lanzan las tropas a traves de varias de las brechas; la que se llevó peor parte fue la 16ª Cia. de la IV Bandera, en sus intentos de entrar por la puerta de la Trinidad; la lucha sigue en el interior de la compañía atacante solo llegaron al centro un capitan, un cabo y ocho legionarios. Gran parte de las tropas regulares se rindieron y cambiaron de bando; facilitando la toma final de la ciudad. A Yagúe le seguía en su marcha el periodista portugués Mário Neves quien le formuló el comentario "Se dice que más de dos mil personas han sido fusiladas ya en Badajoz", Yagüe espetó un seco "No deben ser tantos". Esta cifra también aparece en la página 211 del libro de Paul Preston, "Franco" editado en 1993. Dice que fueron asesinados muchos civiles que no eran activistas políticos. Aparecen dos de las historias fabuladas que corrieron como la pólvora: "todo el que llevaba la marca del fusil en el hombro era fusilado" y que terminado el combate dosciento prisioneros fueron concentrados en la plaza de toros y allí ametrallados, algunos incluso toreados y heridos con banderillas.

Puerta de la Trinidad.

El periodista portugués Mario Neves, testigo presencial, entra en Badajoz el 16 de agosto, inmediatamente, después de los combates y queda horrorizado porque ante el elevado número de cadáveres, se está procediendo a su incineración que según observa puede alcanzar a unos 300 milicianos mientras que el cadáver de 23 legionarios esperan un entierro solemne, verlo en la Pg. 194 del tomo 4 de la Guerra Civil mes a mes publicado por Grupo Editorial, S.A. en 2005. En ese mismo volumen en las pag104/ 108 (coordinada por Ignacio Merino, Incluye el dato del hispanista Hugh Thomas (más cerca de 200 que de 2000), por contra dos periodistas americanos hablan de entre 1800 y los famosos 4.000 (el 10% de la población en julio del 36). Más fiable la aproximación de Francisco Espinosa en su libro La columna de la muerte, que basándose en el Libro de Registro de Entradas del Cementerio de Badajoz y los libros de Registro de Defunciones del Juzgado de Badajoz. El primero arroja 420 inscritos entre el 15 de agosto y el primero de diciembre de 1936, sin que exista registro alguno de los sepultados en la fosa común, mientras que en el segundo aparecen registradas 268 personas que no están en la lista del cementerio, lo que arroja un total de 688; suponiendo que todos los del Registro fueran fusilados, por lo que realmente el número de represaliados sería menor, igualmente si también separamos los derechistas que hubiesen sido asesinados ante la llegada de las columnas de Yagüe, como había ocurrido en Almendralejo y otros pueblos, donde los fusilaron o cremaron antes de que los liberaran. También estarían incluidos los muertos en combate.

Defensor del baluarte de la Puerta de La Trinidad.

Hay varias revisiones actualizadas, de historiadores, entre ellos el catedrático de la Carlos III, Ángel Bahamonde,  que ayudan a confirmar la cifra en el entorno de 400/500. También ayuda a confirmar esa cifra que la proximidad de la frontera con Portugal favorecía la huida de milicianos y civiles que temiesen la represión. La táctica de las columnas salidas de Sevilla, amenazaban por los flancos a las poblaciones o puntos de defensa y estos ante el miedo a verse copados, salían huyendo en su mayor parte, además de estar armados con escopetas en su mayoría. Tambien recordemos como es que en lugares de fuerte represión como Madrid y Cataluña la mortandad alcanzó la cifra de 3.000 fusilados, en cada una, cuando los republicanos habían hecho lo propio con 12.000 en Madrid y 8.000 en Cataluña. No parece razonable que en Badajoz con una población 20 veces menor, los asesinados pasaran de 400/500. Si pensamos que las columnas venían calentitas y que el asalto les costó casi medio centenar de muertos, no olvidemos que en abril del 39 los que entraban en Madrid entraban igualmente calentitos por los años e intentos de asaltos fracasados y no digamos de las ganas de venganza por los asesinados en checas, Paracuellos, la carcel Modelo, el cuartel de la Montaña... 

Otra de las falacias es la pretendida «fiesta» organizada en la plaza de toros, con fusilamientos masivos y puestas de banderillas; nunca ocurrió como Hugh Thomas escribió: «El 27 de octubre de 1936, en La Voz, de Madrid, se publicó una versión completamente falsa de esta matanza, en la que se acusaba a Yagüe de haber organizado una fiesta en la que se había fusilado a los prisioneros ante la flor y nata de la sociedad de Badajoz, y que tuvo efectos desastrosos, pues provocó represalias en Madrid»​ aunque la historia tuvo un enorme impacto y dio la vuelta al mundo. Ni siquiera Hugh Thomas se llegó a librar completamente de esta versión dominante a pesar de que en su libro sobre la guerra civil española publicado en 1961 sí diera parcialmente credibilidad a lo que habían contado los corresponsales extranjeros: redujo el número de muertos a 200 ―en la segunda edición de 1976 reconoció que habrían sido muchos más. 

La exageración de las cifras tenía dos efectos opuestos: acobardar a los defensores o animarles a endurecer la resistencia ante lo que les esperaba si cedían. Es conocida la frase de que en la guerra la primera víctima es la verdad y un resultado nefasto fue el  asalto a la cárcel modelo de Alcalá, en la que fueron asesinados Fernando Primo de Rivera, Ruiz de Alda y Melquiades Álvarez (antiguo jefe político de Manuel Azaña). Para terminar, recordar que si la cifra hubiese estado más cerca de las 4.000 que de las 500, Winston Churchill no le habría negado la mano, en septiembre del 36, al embajador de la República, Pablo de Azcárate, mientras le acusaba de tener las manos manchadas de sangre.

No olvidemos que el total de civiles asesinados, en los dos bandos, no llegó ni al 1% del total de la población. En cualquier caso, una barbaridad que debemos recordar para no repetirla.

Aclaración del número de muertos en la represión posterior a la guerra civil:



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